El Berlín que fue occidental continúa
su vasta existencia urbana, pletórica, y el que fue oriental
sólo le va a la zaga: están sus amplios bloques de
tristes apartamentos, sus parques como diezmados, aunque la construcción
gubernamental levanta calles y monta instalaciones, un frenesí
a la postre político intentando igualar ambas poblaciones.
Y donde estaba el Muro, antiguos terrenos yermos cruzados por alambradas
y ráfagas de metralleta, se levantan ahora rascacielos y
centros lúdicos, jardines, flamantes irrupciones, gigantes
de cristal, supongamos en Potsdamer Platz, donde sólo falta
que planee Superman. Pero estos berlineses el 1 de Mayo embisten
con barricadas...
Cuando la reunificación, Kohl pensaba
que la diferencia en nivel económico, social, entre las dos
Alemanias era de 1 a 3, pero cuando miraron los libros resultó
ser de 1 a 7. Evidente: las cifras consignadas por los leninistas
siempre fueron falsas. Al país le sigue costando haber absorbido
18 millones de "democráticos", le cuesta dinero:
además de la inversión pública, cada alemán
abona la Solidaritätszu-schlag, un recargo del 10% sobre sus
impuestos. Con los empresarios que apenas invierten aquí.
"Si fuera hoy, rechazaríamos la reunifica- ción",
me dice un director de cine. A lo que hay que añadir la crisis
económica del país, sobre la que han pesado dos hechos
como sendos mazazos: el atentado de las Torres Gemelas y la guerra
prometida por Bush, junto con el aparatoso hundimiento de la bolsa.
Schröder ganó las recientes elecciones, que parecía
tener perdidas, levantando la bandera antiamericana. La gente tiene
miedo real a la guerra: este país fuerte y emisor de energía
alberga un sustrato muy herido, voces en la tiniebla. ¡Hasta
dejan de
ir a Mallorca, donde han comprado el sol!
Dos ejemplos más de la crisis, culturales
ambos: Berlín ha cerrado su famosa y espléndida librería
Kiepert, ha sido una conmoción. Pero es que la industria
editorial ha caído un 20%. Y el magnate televisivo Leo Kirch,
que parecía el dueño del sector, ha quebrado con un
déficit de ¡6.000 millones de euros! Pero también
vemos signos a la inversa, el del idioma por emblemático,
instrumento de identidad nacional: lo blindan y expanden. En Bruselas
los alemanes hablaban francés o inglés, pero tras
la reunificación se presentaron usando únicamente
el alemán. Y aquí nada de cine ni televisión
en versión original, como quisiera el cinéfilo español
y quienes creen que debe enseñarse inglés a toda pastilla,
sino que doblan al germano Hollywood entero.

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