En 1502, el impresor Johan Rosenbach,
alemán de Heidelberg, editó el diccionario catalán-alemán
más antiguo que se conserva. Basado en un vocabulario italiano-alemán,
el librito estaba destinado a comerciantes, menestrales y otras
personas interesadas en aprender alguna de las dos lenguas "sinse
anar a la schola". En el 2002, Carsten Sinner, alemán
de 31 años, profesor de Lingüística Románica
en la Universidad Humboldt, sigue a su manera, como las decenas
de estudiosos del catalán en Alemania, la estela de Rosenbach.
Esta semana ha presentado en Berlín el facsímil del
"Vocabolari molt profitos per aprendre lo catalan alamany y
lo alamany catalan".
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Vinyet Panyella, en la presentación del
facsímil en Berlín
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"El diccionario de Rosenbach representa
un momento estelar en las relaciones entre la cultura alemana y
catalana", dice Carsten Sinner. No se conoce el autor de este
vocabulario de bolsillo dividido en temas, que incluye una sección
dedicada a palabras litúrgicas y otra muy explícita,
a las partes del cuerpo humano. A principios del siglo XVI, muchos
alemanes se instalaron en la Corona de Aragón. "Fueron
los alemanes quienes introdujeron la imprenta en los Països
Catalans", explica en el prólogo Vinyet Panyella, directora
de la Biblioteca de Catalunya, que ha editado el volumen. Rosenbach
era uno de estos precursores. En 1492 llegó a Barcelona,
donde murió en 1530.
La relación cultural germano-catalana
no es novedosa. Mañana se cierra en Berlín "El
pont blau", un ciclo organizado por el Institut Ramon Llull
cuyo objetivo es divulgar la cultura catalana, en el que han participado,
entre otros, Quim Monzó, Baltasar Porcel y Carme Riera, y
que ha constado de conciertos, exposiciones, teatro, cine y lecturas
literarias.
"El pont blau", que se abrió
el 23 de octubre, ha intentado convencer a los alemanes de que detrás
del turismo hay una cultura. "Muchos berlineses que hayan ido
a Mallorca se sorprenderán al comprobar que hay algo más
que S'Arenal y la sangría", comentó Monzó
en la concurrida presentación de la traducción de
su último libro, "El millor dels móns".
Los viajes a Mallorca y a Barcelona son, sin
duda, uno de los motivos que incitan a los jóvenes alemanes
a apuntarse a las asignaturas de catalán en la treintena
de universidades que los ofrecen. "Muchos estudiantes de castellano
se apuntan a catalán porque saben que, sin van con una beca
Erasmus a Cataluña, lo necesitarán", asegura
Pilar Arnau, lectora en Münster, Bremen y Bochum, y coordinadora
de las jornadas de la cultura catalana.
El éxito del castellano en Alemania
ejerce probablemente de anzuelo para el catalán. Hace cinco
siglos, en los tiempos de Rosenbach, "el catalán era
más importante que ahora", dice Sinner. "Era una
de las lenguas más importantes del Mediterráneo -añade-.
Quien hoy estudia catalán sabe por qué lo hace."
Algunos lo aprenden por obligación, necesitan cursar asignaturas
complementarias en los estudios de románicas y lo prefieren
al latín. "Las razones son las mismas (que en la época
de Rosenbach) -dice Sinner-. Unos tienen amigos, otros se casan,
se enamoran del país o la empresa les obliga a aprenderlo."

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